¡La hora del baño! Ese momento que la gran mayoría de ellos odian, en el que escuchan caer el agua del grifo y corren para esconderse. Ya puedes llamarlos de cincuenta mil maneras, ofrecerles comida, lamento decirte que no les vas a engañar. En ese momento te das cuenta de que ha comenzado el pulso entre él y tú, que debes comenzar la búsqueda de forma sigilosa, despacito para que no se den cuenta. De repente te lo encuentras ahí, con cara de no haber roto un plato, con esos ojitos que dicen: ¡no lo hagas por favor! Al principio se quedan quietos, pero en cuanto empiezan a sentir el agua caer
prepárate que tu también vas a formar parte de esa ducha. Cuando vas a cerrar el grifo ya lo saben y saltan para salir fuera. El mejor momento el del secado, se vuelven tan locos que ya no sabes que parte es la que se están secando, no intentes pararlos porque no vas a poder y vas a terminar junto a ellos en el suelo. Haceros a la idea de que ducharlos implica ducharte tú también.